No conozco un mandamiento que prohíba el encuentro,
ya he probado el fondo y mi mayor pecado se resume en la impulsividad de mis actos.
Las caricias eran las mismas, la textura de los labios tenían nombre,
el olor sin fecha de vencimiento, miradas perdidas entre el placer de momento.
Nunca pediré detenerme, aunque el reloj se ha parado otra vez
estamos condecorados por la eterna lucha de no volvernos a encontrar,
quedando demostrado entre sabanas que perdimos la batalla,
y allí nos encontramos otra vez, en lo que fue, sin pensar en lo que será.
Bebimos pequeñas dosis de locura, echándole la culpa a copas de vino,
disparabas sin parar, lucha que se reflejaba entre los besos,
viendo las cosas como en un juego de nintendo.
El problema no es volar, solo es cuestión de tener claro como puedes bajar,
pasajeros fuimos sin destino, dejándonos llevar por una enorme ola entre las frías manos de Poseidón, a veces somos tan masoquistas estrellándonos con el mismo iceberg tal cuál lo hizo Titanic, algo que me gusta.
Pasajeros de momento, con el mismo corazón, sin hablarte sabías lo que sentía cuando le tomabas el pulso a mi corazón.
Pasajeros de fin de semana, con destino a la cama.
Desconocidos fuimos entre un juego de niños,
a fin de cuenta éramos los mismos,
en un año pasan muchas cosas,
pero todo fue igual que ayer, tras ese sueño recurrente
entre realidades te volví a ver.
Divertido y apasionante,
me despido de ti, hasta volvernos a encontrar…